domingo, agosto 12, 2007

Elegía del Sonido

Naturalmente los oídos lo escuchan todo, ya lo dijo muy claramente Quignard: «…ocurre que las orejas no tienen párpados». ¿Pero qué sucede con aquellos que lo oímos todo y no escuchamos nada?, o viceversa. Para los ciegos hay remedios, se les divisó lo verdaderamente cierto; pero para los enfermos de escucha, para los proxenetas de lo audible y lo entendible existen serios conflictos cognitivos.
Vemos como un loco al que habla solo por la calle y, sin embargo, ellos son los más cuerdos. Nosotros, los que tenemos un “interlocutor” (intérprete), tan sólo entonamos, gimoteamos, balbuceamos, predicamos, lanzamos, escupimos […] palabras al viento que susurra y no responde; y junto (a nuestro costado), un hombre, mujer, niño, abuelo, mascota, desentendido/a, se abstrae de lo que musitamos para socorrer al silencio en su “preferible” soledad.
Vamos hablando solos por el mundo. Le hablamos al desentendido oído de un extraño, para que al darle la vuelta seamos el olvido que fornica con las sombras.
Amén del predicador, que bochorna a 70 almas en un recinto semilleno, o semivacío, de oídos que sacian sus vidas de salmos, plegarias y cantos, para calmar sus lascivas entrañas.
Proxenetas del sonido [o del ruido] que venden enlatado y en rodajas. Lo venden —lo compramos— enlatado, y ¿para qué?; para no-oírlo tantas veces en el tocadiscos, en el “reproductor”, que reproduce (¿reproduce?) otra vez los mismos ruidos secos en el viento; ánimas que pernoctan en el cielo hasta desvanecerse en el tiempo.
Es por eso que enmudezco tanto tiempo; y tanto tiempo me la paso escribiendo silencios muertos.



Gidon Kremer dirige "Fuga y Misterio"

1 comentario:

X dijo...

Vivimos en un mundo de palabras
... y es que para que algo nos exista tiene que ser nombrado