martes, febrero 24, 2009

Soliloquios dispares

mis manos anárquicas se despliegan lentamente y con demora desfallezco de sueño; una a una se acercan a mi cuello; el sueño pesado no percibe que la asfixia viene del mundo de la carne... y esas dos despiadadas interlocutoras se han desquiciado, han inmolado a su dueño, al que las mitiga y ufana, al que las esclaviza horas en el teclado, en el piano, y en la víspera de mis deseos más bajos

[interludio de aromas… el arce cansado… el viento le arranca las hojas… su madera es el alma de un cello]

las paredes aún crujen en mi cabeza
crujen por el dolor
crujen por el sarro
crujen por el moho
por el extinto aroma de pintura
por los golpes de ira incontenible
por el daño de caricias
por el más duro de mis vicios
por el más oscuro y cruel de tus vestigios

las paredes aún crujen
y entre dientes clamo aquel silencio
ayer nació un polluelo
el otro cascarón fue de cenizas
ahora sólo queda aroma a viejo
ahora sólo queda una sombra
y la pared crujiente
en mi cabeza
una herida
sangre
sangro
y

(anoche nació un polluelo)

me vendo sin alma al diablo
que anidas adentro vacío
la herida no sangra
silencio perpetuo
ceniza adorna las paredes
rechinan en mi cabeza
son los pasos
de ánimas profesando
un amargo y oscuro vendaval


anoche soñé contigo
nació un polluelo
bastardo
huérfano
me hundo en un capricho
me ahogo
me fumo un cigarrillo



Segundo movimiento de la Sonata para cello solo de György Ligeti,
interpretada por Matt Haimovitz

1 comentario:

marichuy dijo...

Luis

Interesantes e intensos soliloquios.

¿Cómo será venderse sin alma... al diablo? Será que a éste le interesemos sin nuestra alma? Me hiciste pensar y dudar.

Buen día